Bienvenidos a mi blog particular donde espero que os sintáis como en casa y donde están guardadas muchas cosas buenas y no sólo la esperanza como en la caja de Pandora.

Disfrutad y pasad un buen rato, espero que después de recorrer mi Caja Particular salgáis sabiendo algo más de mí. Y por supuesto, cualquier opinión es bienvenida.

Saludos, un beso y un fuerte abrazo. Elo.

domingo, 6 de julio de 2008

La maternidad


Faltan 3 minutos para las nueve de la mañana y como siempre llegamos tarde al colegio.
- Toni, por Dios, date prisa – le ordeno con un tono parecido a un grito ahogado.
El niño se coloca la chaqueta con un mohín y cuelga su mochila en su espalda. Cierro la puerta de casa, le agarro de la mano y empezamos a bajar las escaleras del viejo edificio. El niño da un pequeño traspiés.
- Toni! Cariño! Ten cuidado!! – le regaño mientras le aprieto más fuerte de la mano y yo misma me agarro del pasamanos metálico.
Llegamos al coche y le hago entrar rápidamente en él. Meto también la mochila, mi bolso, mi maletín, un par de bolsas de plástico y su mochila de extraescolares. El cinturón no se lo abrocho, el colegio está a dos calles y tardaré más tiempo en asegurarlo que en llegar a la puerta.
Arranco el coche y giro la esquina rápido, he podido saltarme el semáforo en ámbar. Miro un segundo a Toni por el retrovisor.
- Cariño, ¿llevas todos los libros que necesitas? ¿no te habrás dejado los deberes en casa, eh? – le digo con una sonrisa cómplice pero con un amago de desdén en la mirada.
- Lo llevo todo, mamá.
- Qué serio estás, cariño!, venga sonríe un poquito a tu mami, que te quiere mucho – a lo que el niño responde con una mirada de ausencia hacia la ventana.
Me concentro de nuevo en la conducción. Intento aparcar en segunda fila mientras las madres que ya salen cruzan por el paso de cebra sin ninguna prisa.
- Y encima dirán que van estresadas, ya les daba yo trabajo... – pienso mientras bajamos del coche y corremos hacia la puerta del colegio.
El conserje está esperando a los rezagados con la puerta en la mano y me juzga con ésa mirada de impaciencia y superioridad de casi todos los días, mientras beso distraídamente la mejilla de Toni y éste sale corriendo hacia su clase.
A partir de aquí el ritmo del día se ralentiza para ir cogiendo la velocidad de la rutina normal: la caravana de la autopista, el trabajo, los jefes, el almuerzo rápido, otra vez el trabajo y sin dejar de respirar me veo otra vez en el coche, lanzada en dirección al colegio de Toni.
- ¿qué tal el día, mi amor?
- Bien, tengo hambre mamá, ¿qué me has traído?
- Nada, no me ha dado tiempo. Vamos a la panaderia y te compro un zumo y un croissant, si? ¿quieres que vayamos al parque?
- ¿de verdad, mamá? Qué bien.
Dejo el coche aparcado y caminamos lentamente en silencio hacia el parque mientras a nuestro alrededor otros niños corretean alegres y sus madres caminan unos pasos más atrás en pequeños grupos.
Veo los primeros árboles y el camino de tierro que lleva a los columpios y juegos infantiles.
- Mamá ¿puedo ir a jugar? – me dice Toni.
- No cariño. Ven, vamos a sentarnos en aquél banco y te acabas la merienda.
- Bueno... pero ¿ cuando acabe vendrás a jugar conmigo?
- Vale, cuando termines. – vaya, se dice a sí misma - ¿ y ahora que me invento? Estoy rendida, no tengo ganas de levantarme y además tengo que leerme éste informe.
- ¿Te han puesto deberes?
- Algo – dice el niño mirándose las puntas de los zapatos.
- Pues entonces nos iremos pronto, eh?
- Toni! Toni! Vente a jugar! – es Alex, un amigo suyo.
Suspiro aliviada y le sonrío, diciéndole que ya puede ir a jugar. Abro el maletín, saco una carpeta con el informe y empiezo a leer.
Pasan unos minutos y levanto la vista. Veo a Toni corriendo hacia el tobogán, todo va bien. Me vuelvo a concentrar y pasan lo que yo creo que son varios minutos más. Una gota de lluvia cae sobre el papel. Levanto la vista al cielo: está tormentoso, y caen algunas gotas.
Miro hacia el parque, pero veo menos niños de los que espero, la verdad es que bastantes menos y sólo unas pocas madres que se apresuran a recoger sus cosas para no mojarse con la lluvia que amenaza con caer.
Busco a Toni con la mirada, no lo veo. Recojo distraída los papeles y mi bolso sin parar de mirar a todos los lados.
Empiezo a gritar: Tonii!!
Cuando aparezca me va a oír éste niño, siempre tan despistado, le he dicho que nunca se aleje de mí.
Me levanto y camino sin darme cuenta cada vez más rápido. No veo a Toni por ningún lado, ni a Alex, ni a su madre. Noto cómo se me acelera el corazón: Tonii!!, Tonii!!
Recorro todo el parque, todos los columpios. Nada.
Me acerco a una madre que conozco de vista y le pregunto por mi hijo pero dice que hace rato que no lo ve, que cree que estaba jugando con Alex.
La lluvia hace un rato que cayendo y ya empapa mi blusa, mi chaqueta y mi pelo pegándolo a mis mejillas.
Me paro en seco y miro a mi alrededor. Noto un calor muy intenso en mi pecho y es cómo si no oyera los ruidos de la ciudad. Sólo el silencio y mi voz: Tonii!!, Tonii!!
La respiración se me acelera y a la vez noto que me falta el aire. Veo el rostro de mi hijo en mi cabeza, supongo que deseando verlo aparecer por cualquier sitio.
Entonces empiezo a correr. Al principio no sé hacia dónde pero ni me paro a pensarlo, me da igual, sólo corro. Después me dirijo hacia la parte de atrás del parque donde hay un pequeño bosque. Todos los rincones me parecen iguales y respiro con la boca abierta mientras grito el nombre de mi hijo, que a fuerza de repetirlo de repente parece que mi cerebro no lo reconoce.... Toni, Toni....
Los latidos de mi corazón palpitan en mis sienes y no paro de ver imágenes que se suceden: Toni raptado o atropellado por un coche, herido por alguna caída... y se intercambian con Toni merendando a mi lado, cuando no fui a jugar con él cuando me lo pidió, Toni cuando iba de mi mano ésta mañana en silencio mientras yo le gritaba nerviosa....
Cierro los ojos un momento – Toniii, ven aquí, grito – el agua corre por mi pelo, por mi cara y por toda mi ropa. La ira me invade, todo esto está fuera de mi control.
Una sonrisa irónica aparece en mis labios. Ya sabía yo que no debería haber tenido un hijo, todo es demasiado impredecible, cansado.
- Seré idiotaaa!!! Ja, ja, ja, ja – empiezo a mascullar, a reir de forma extraña, gutural, profunda. Me quiero ir de aquí, estoy cansada.
- Me voy!! – grito. Abro los ojos y vuelvo sobre mis pasos.
Y entonces... veo en el claro delante de mí una rama de árbol caída en el suelo y un pequeño cuerpo interte en el suelo.
El tiempo se detiene hasta que me arrodillo a su lado y agarro a mi hijo en mis brazos. Tiene una gran brecha en la cabeza, los ojos abiertos y aún está caliente pero sé que él ya no está conmigo.
Lo abrazo muy fuerte contra mi pecho, mis uñas se clavan en su carne y su cabeza cae hacia atrás. Una lágrima se confunde con la lluvia, rueda por mi mejilla y cae al suelo. Cierro los ojos muy fuerte y un alarido sale de mi garganta.
Hinco aún más fuerte mis uñas en su espalda hasta que atravieso su piel. No sé cuanto tiempo estoy así.
Me levanto poco a poco y le propino varios azotes a la vez que grito....
- !Cuántas veces he de decirte que no te alejes de mi lado!!!!
Entonces me pongo en pie, lo dejo caer con violencia y corro hacia mi coche bajo la lluvia.

1 comentario:

Eloisa dijo...

IMPACTANTE METÁFORA SOBRE EL ESTRÉS COTIDIANO Y LA RÁPIDEZ DE SENSACIONES FRENTE A LA LENTITUD DE LA ANGUSTIA. DESCRIPCIÓN PERFECTA DE LA TENSIÓN EMOCIONAL Y SOBRE TODO UNA MORALEJA PARA LA POSTERIDAD: LAS COSAS MÁS IMPORTANTES SON VALORADAS CUANDO NO ESTÁN. ENHORABUENA ELOISA.
(Por Manuel)