"Cecilio Rubes era inconstante y espiritualmente fofo y débil. A raíz de la conversación con su madre, Cecilio experimentaba un morboso placer fomentándose su dolor y su desasosiego. Era agradable pensar que estaba triste y deprimido en medio de su felicidad. El hecho de no tener motivos notorios de descontento desarrollaba en Cecilio Rubes el afán de inventarlos. Últimamente, cada noche, antes de dormirse, pasaba cinco minutos fomentándose su desazón. Quería estar triste; deseaba sentirse atribulado y solo en medio de una humanidad enloquecida por sus apetitos y su egoísmo. En esos momentos de recogimiento, Cecilio Rubes se esforzaba en arrancar de sus ojos una lágrima para poderse decir a sí mismo: "Mira, Cecilio, estás llorando. Eres el hombre más desgraciado de la Tierra".
Miguel Delibes. Mi idolatrado hijo Sisí.
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